Este 1 de diciembre, como todos los años, las trabajadoras sexuales salimos a la calle a decir que estamos presente en la lucha contra el VIH y el SIDA, educándonos como comunidad para prevenir éstas y otras infecciones de transmisión sexual. La iniciativa 90-90-90, planteada por el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida (ONUSIDA), consiste en que para el año 2020 el 90% de las personas que viven con el VIH conozca que tiene el virus, que el 90% de las personas diagnosticadas con infección por el VIH reciba tratamiento antirretroviral y que el 90% de las personas que reciben tratamiento antirretroviral logre un nivel de virus mínimo, indetectable. Según ONUSIDA, los modelos indican que alcanzar este ambicioso objetivo permitirá al mundo acabar con la epidemia de sida para 2030, y esto generará grandes beneficios sanitarios y económicos.
De nuestra parte, las trabajadoras sexuales creemos que la mejor forma de detener la transmisión del virus es tener una perspectiva de salud integral (física y psíquica) y consolidar el empoderamiento de las compañeras para que la prevención no sólo sea repartir condones en una campaña sino también reconocernos como sujetas de derecho y exigir respeto y reconocimiento.
La participación de las trabajadoras sexuales es fundamental para obtener una respuesta de éxito frente a la epidemia. Actualmente, la prevalencia del VIH en trabajadoras sexuales en la Región varía entre 0,6 y el 5 por ciento. Si los países regulan trabajo sexual y generan condiciones dignas para su ejercicio, la vulnerabilidad hacia el VIH entre nosotras disminuirá.
La falta de regulación, junto con el estigma social, convierte a las trabajadoras sexuales en personas más vulnerables. Para luchar contra el VIH necesitamos que nos reconozcan más derechos y disminuyan la violencia hacia nosotras.
“No somos el problema, somos parte de la solución”.
Por una regulación de nuestros derechos laborales como trabajadoras sexuales para tener mejores condiciones de trabajo.